El acuerdo revisado de Microsoft-OpenAI insinúa mucho más de lo que ofrece
Cuando Microsoft y OpenAI anunciaron el acuerdo revisado, la noticia principal fue una reducción de la participación de Microsoft en OpenAI del 32.5% al 27% tras apoyar la formación de una public benefit corporation y una recapitalización por parte de la junta de OpenAI. Aunque oficialmente la nueva participación de Microsoft se valora en 135 000 millones, varios analistas pusieron en duda esa cifra, especialmente en el contexto de pérdidas reportadas por OpenAI por 7.8 miles de millones en la primera mitad de 2025.
El acuerdo exige además que OpenAI adquiera un incremento de 250 000 millones en servicios de Azure, una cifra que muchos expertos calificaron de desconectada de la realidad operativa. Los críticos afirman que es improbable que ese gasto provenga de ingresos actuales, y más bien depende de financiación futura y apuestas de inversores, lo que suscita dudas sobre la sostenibilidad del modelo mientras OpenAI quema efectivo a gran velocidad.
Otro punto controvertido es la vaguedad alrededor de la condición relacionada con AGI. El documento menciona que una declaratoria de AGI por parte de OpenAI será verificada por un panel de expertos independiente, pero no explica quién designará a esos expertos, cómo se garantizará su independencia ni qué criterios se usarán. Tampoco se definieron los umbrales de cómputo que supuestamente limitarían el uso de la propiedad intelectual de OpenAI antes de una declaratoria de AGI, aunque el texto apunta a cifras mucho mayores que las usadas hoy para entrenar modelos líderes.
En materia de propiedad intelectual, Microsoft amplía derechos sobre modelos y productos hasta 2032, incluyendo modelos post AGI con guardarraíles de seguridad, y mantiene derechos sobre lo que denomina non research IP, como arquitecturas de modelo, pesos, código de inferencia y ajuste fino, y cualquier IP relacionada con hardware y software de centros de datos. Un cronograma paralelo mantiene los derechos de investigación confidencial hasta la verificación de AGI o hasta 2030, lo que ocurra primero.
Analistas como Scott Bickley creen que, en la práctica, la mayoría de las modificaciones favorecen a Microsoft y que la compañía llevaba las riendas de la negociación. La única concesión real parece ser la ambigüedad sobre AGI, un tema que a Microsoft le interesa relativamente poco en el corto plazo y que prefieren dejar indefinido hasta que, si alguna vez ocurre, exista una evidencia clara y un consenso sobre la definición.
Otros expertos señalan que es probable que AGI no sea obra de una sola organización y que gigantes como Google, xAI, Meta o hiperescalares chinos podrían alcanzar capacidades similares de forma simultánea. Esa realidad diluye cualquier monopolio de hecho y refuerza la idea de que declaraciones sobre AGI y las cláusulas asociadas son más teatrales que operativas.
En el plano empresarial, muchos responsables de TI no esperan que este acuerdo cambie significativamente sus estrategias de compra. Varias revisiones introducen flexibilidades: OpenAI puede co desarrollar productos con terceros, los productos API desarrollados con terceros serán exclusivos para Azure mientras que productos no API podrán desplegarse en cualquier nube, y OpenAI ya no otorga a Microsoft derecho prioritario para ser su proveedor de cómputo. Además, OpenAI podrá ofrecer acceso API a clientes de seguridad nacional de Estados Unidos sin importar el proveedor cloud.
Algunos analistas ven en estas modificaciones el inicio de una separación más clara entre ambas compañías. En un mercado en el que persisten rumores sobre una posible burbuja de IA, la sostenibilidad financiera y la capacidad de subir precios hasta niveles que permitan rentabilidad serán claves. Si los costes de los servicios de IA deben reflejar subsidios actuales por inversión de capital, la adopción empresarial podría quedar limitada si los precios se disparan sin una eficiencia y valor demostrable.
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