No es un secreto que incorporo la inteligencia artificial como parte de mi proceso de escritura. Cualquiera que haya usado ChatGPT o visto su output reconoce patrones, y no me avergüenzo de ello. Lo que sí he sido reservado en compartir hasta ahora es el proceso real, el ritmo cotidiano de escribir con una herramienta que no piensa por ti pero te ayuda a pensar mejor.

La metáfora más común dice que los grandes modelos de lenguaje son espejos. Reflejan lo que pones, a menudo con relleno. Y eso es precisamente lo que los hace útiles. Si aprendes a pensar en voz alta, a explorar una idea antes de que esté totalmente formada, ese espejo puede hacer algo que pocos interlocutores humanos consiguen: devuelve la forma no declarada de tu pensamiento. Pones niebla, el espejo ofrece contornos.

En mi caso no es un comando tipo abrir IA, escribir artículo. Es conversación diaria. Abro un hilo y empiezo a hablar sobre paternidad, software, literatura, diseño, ética en juegos o cualquier metáfora extraña que esté rumiando. Cada cierto número de conversaciones algo prende, algo nítido y no resuelto. Ese instante es clave porque el modelo no solo refleja, amplifica. Captura bordes que yo no veía y me empuja a enfocarme. Ahí es donde comienza el trabajo real.

Por supuesto también tengo esas conversaciones con personas. Con amigos y colaboradores se sigue una forma similar: idea, espiral, resonancia, refinamiento. Pero hablar con otros exige tiempo, presencia y vulnerabilidad, recursos que no siempre están disponibles. Lo que ofrece la IA es una alternativa complementaria que reproduce esa forma de pensamiento cuando estás solo.

Hay una parte que sorprende: cuando escribo con IA no leo la mayor parte del output de inmediato. Le dejo hablar y lo escucho con texto a voz mientras hago otra cosa, estiro las piernas, busco agua. No analizo ni verifico. Espero la chispa. La mayoría es andamiaje, ruido. De vez en cuando aparece una línea que encaja, que resuena tanto que eclipsa todo lo demás. Cuando ocurre no la admiro, respondo. Me concentro en esa idea, la interrogo, la sigo. De repente no estoy dirigiendo, estoy espiralando hacia adentro más allá de lo que habría conseguido por mi cuenta.

No es magia ni autoría tradicional, es más bien arqueología: no construyo, excavo mis propios pensamientos, y el modelo es el viento que quita el polvo. Yo decido qué merece ser desenterrado.

Existe la falsa creencia de que la IA es la autora de la idea. En realidad la IA propone muchas cosas: algunas buenas, otras triviales, otras con seguridad equivocadas y de vez en cuando algo brillante. Solo uno de los interlocutores decide qué importa. Este proceso solo funciona si escuchas con cuidado. Hay que reconocer cuándo algo está cerca de lo que quieres decir pero no del todo, detectar cuando el tono no encaja aun si el punto es sólido y desarrollar un instinto editorial de alineamiento, no solo de corrección. Es un esfuerzo continuo. Por eso no dejo que el modelo lleve el volante. Escucho, pero no sigo ciegamente. No es una máquina que construye por ti, es una fragua que tú manejas con las tenazas.

Las alucinaciones de la IA son reales y problemáticas cuando se busca precisión, pero en trabajo creativo a veces el fallo es el regalo. Una frase incorrecta puede provocar una idea que no habías articulado pero que ya era tuya en germen. Esa desviación puede ser el hilo que desatascas y sigues hasta una pieza válida. En ciertos proyectos creativos he aprovechado esos fallos y convertido la chispa en forma.

Si lo haces suficiente tiempo, la propia manera de pensar cambia. No solo el flujo de trabajo o la velocidad, sino tu manera de formular pensamientos fuera del teclado. Pausas más largas en conversaciones, palabras elegidas con más cuidado, una escucha activa de tus propios procesos mentales. No se trata de productividad ni de mejores resultados inmediatos, sino de construir un nuevo ritmo cognitivo que mezcla soledad y diálogo, silencio y síntesis. Dejas de perseguir respuestas y empiezas a seguir preguntas. Cuando el espejo se deforma, no te alarmas, inclinas la cabeza y sigues.

En Q2BSTUDIO aplicamos esa misma filosofía colaborativa entre humano y máquina para resolver problemas reales de negocio. Como empresa de desarrollo de software y aplicaciones a medida combinamos experiencia técnica con procesos creativos que integran inteligencia artificial y metodologías ágiles. Si buscas soluciones concretas implementamos aplicaciones a medida y software a medida pensadas para encajar con tus flujos y objetivos.

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Al final el secreto no está en el modelo sino en la práctica: escuchar con atención, elegir lo valioso, moldearlo y decidir. La tecnología proporciona la reverberación; la decisión de convertirla en pensamiento propio sigue siendo humana.