Por qué la lógica no es tan objetiva como crees
Habíamos discutido durante cuarenta y cinco minutos sobre la forma correcta de estructurar el formato de respuesta de una API. Un desarrollador defendía objetos anidados por claridad. Otro proponía estructuras planas por simplicidad. Un tercero sugería enfoques híbridos según el endpoint. Todos tenían razones válidas y citaban buenas prácticas. Todos creían que su lógica era objetivamente superior. Entonces nuestro product manager hizo una pregunta sencilla: qué problema estamos realmente resolviendo. Silencio. No estábamos resolviendo un problema concreto. Defendíamos marcos lógicos que cada uno había interiorizado por experiencias previas, mentores y filosofías arquitectónicas diversas.
Los desarrolladores tienden a vestir sus preferencias con lenguaje de objetividad usando palabras que parecen definitivas como claramente u obviamente pero en el fondo abogamos por patrones que simplemente nos resultan cómodos. Ahí entendí algo crucial: no discutimos sobre lógica, discutimos sobre qué axiomas decidimos aceptar como verdaderos.
La lógica es una herramienta que transforma insumos en resultados. Su validez depende por completo de la calidad y la elección de sus supuestos iniciales. Cambian los axiomas y cambia la conclusión lógica. Cuando dos desarrolladores llegan a conclusiones distintas no es porque uno sea ilógico, sino porque cada uno prioriza suposiciones diferentes. Quien afirma que REST es mejor que GraphQL no parte de pura lógica sino de asumir que importan aspectos como simplicidad, cacheabilidad y estateless. Quien apuesta por microservicios está valorando escalabilidad frente a complejidad. Cada opinión técnica que nos parece lógica está construida sobre cimientos de supuestos que a menudo ni percibimos.
Muchas de esas ideas parecen objetivas porque somos ciegos a nuestros propios axiomas. Afirmaciones como el código limpio siempre es mejor funcionan en contextos estables pero pueden ser letales en una startup que necesita validar mercado rápido. Medir rendimiento en milisegundos es razonable cuando la latencia es el cuello de botella, pero no cuando se trabaja en regiones con conectividad inestable donde la disponibilidad prima. Preferir explicitud sobre implicitud puede ser sabio hasta que la verbosidad oculta la lógica de negocio. Creer que el código debe ser autoexplicativo falla cuando nadie comparte el mismo modelo mental ante un legado sin documentación. Estas ideas son heurísticos contextuales, no verdades universales.
La cultura técnica que heredamos moldea nuestras conclusiones. Si iniciaste tu carrera en una gran empresa aprendiste axiomas sobre escala, automatización y testing optimizados para ese entorno. Si vienes de startups adoptas axiomas de velocidad, pragmatismo y deuda técnica asumible. El ingeniero que exige 80 por ciento de cobertura no es más lógico que el que prefiere lanzar rápido y arreglar en producción; simplemente aplican distintos criterios de riesgo. Ninguna postura es objetivamente verdadera sin contexto.
Cada decisión técnica es un intercambio entre valores. Consistencia frente a flexibilidad, abstracción frente a concreción, innovación frente a estabilidad. Rara vez hacemos explícitos esos tradeoffs. En vez de debatir abiertamente qué valoramos priorizamos el lenguaje de la lógica y convertimos heurísticos en dogma. Cuando una buena práctica se vuelve axioma incuestionable deja de ser útil y se convierte en un obstáculo. No es lógico seguir una regla si no puedes explicar por qué aplica a tu caso particular.
El trabajo con modelos de inteligencia artificial hace evidente esta ceguera a los axiomas. Diferentes modelos proponen soluciones distintas porque fueron entrenados con objetivos distintos. Un modelo puede priorizar seguridad y corrección, otro creatividad y flexibilidad. Ambos son coherentes según sus supuestos. Lo mismo ocurre entre desarrolladores: no discutimos hechos sino marcos de valores. Comparar perspectivas de IA puede ayudarnos a ver cómo distintos puntos de partida llevan a conclusiones legítimas pero diferentes.
Los desarrolladores más eficaces no son los más brillantes razonando en abstracto, sino quienes pueden articular sus axiomas y reconocer cuándo no aplican. No dicen esto es obviamente correcto. Dicen dado este contexto y estas restricciones esta opción tiene sentido, y si cambiamos las prioridades podríamos elegir otra. Explican los tradeoffs y los límites de su juicio. Tratan sus conclusiones como condicionales y así ganan precisión y claridad.
Cuestionar los propios axiomas es una práctica que se aprende. Antes de defender una solución enumera las suposiciones que sostiene. Si propones microservicios, qué asumes sobre tamaño del equipo despliegues y estructura organizacional. Cuando alguien discrepa busca identificar el desacuerdo en los supuestos en lugar de proclamar superioridad lógica. Intenta defender la posición contraria para forzarte a reconocer los axiomas que la hacen atractiva.
En Q2BSTUDIO, empresa de desarrollo de software y aplicaciones a medida, practicamos exactamente esa humildad intelectual. Como especialistas en inteligencia artificial y ciberseguridad aplicamos decisiones técnicas que siempre explicamos con sus supuestos y sus consecuencias. Desarrollamos soluciones de pensadas para su contexto real y ofrecemos servicios de que equilibran innovación con riesgo controlado. También ofrecemos ciberseguridad, pentesting, servicios cloud aws y azure, servicios inteligencia de negocio, agentes IA y power bi para cubrir necesidades completas del ciclo de producto.
Si quieres mejorar la calidad de tus decisiones técnicas comienza por hacer explícitos los axiomas que guían tu equipo. Define qué valoran en cada proyecto y comunícalo. Haz que la discusión sea sobre prioridades y supuestos y no sobre quién tiene la lógica absoluta. En Q2BSTUDIO acompañamos a las empresas a tomar esas decisiones con claridad y con soluciones a medida que integran inteligencia artificial, ciberseguridad, servicios cloud aws y azure y analítica con power bi para impulsar resultados medibles.
La lección final es sencilla y potente. La lógica es una herramienta, no una fuente de verdad absoluta. Saber qué axiomas aplicas y por qué te hace un mejor ingeniero y un mejor socio técnico. Esa disciplina te permite adaptar soluciones, evitar dogmas y elegir entre opciones técnicas con criterio alineado al negocio. En la práctica eso significa menos discusiones eternas y más software que cumple objetivos reales.
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