La vulnerabilidad del conductor autónomo a los ataques tipográficos: transferibilidad y realizabilidad analiza cómo distintas técnicas de ataque adversarial afectan a los sistemas de percepción de vehículos autónomos y qué diferencias existen entre métodos basados en gradiente y ataques tipográficos realizados en el mundo físico.

Los ataques basados en gradiente, como el método PGD que itera sobre el gradiente de pérdida para maximizar la probabilidad de error, son muy eficaces en entornos digitales. Estas perturbaciones suelen ser pequeñas y optimizadas para modelos concretos, lo que hace que su éxito sea alto cuando el atacante conoce el modelo. Sin embargo, su transferibilidad a modelos desconocidos y a escenarios físicos puede ser limitada salvo que se apliquen técnicas como expectation over transformation para simular condiciones reales.

Los ataques tipográficos y de parches físicos se centran en manipular señales visuales del entorno, por ejemplo modificando un rótulo, añadiendo calcomanías a una señal de tráfico o alterando tipografías en paneles. Su fortaleza es la realizabilidad: pueden desplegarse en el mundo real y afectar sensores ópticos de vehículos. Su debilidad es que deben ser robustos frente a ángulos de visión, iluminación, distancia y ruido, por lo que su diseño requiere optimizar la perturbación para transformaciones físicas y validar su eficacia en pruebas reales.

En términos de transferibilidad ambos enfoques presentan riesgos. Los ataques basados en gradiente pueden transferirse entre modelos si explotan vulnerabilidades comunes en la arquitectura o en los conjuntos de datos. Los ataques tipográficos pueden transferirse entre percepciones distintas cuando la perturbación altera rasgos visuales que comparten detectores y clasificadores, aunque su eficacia suele ser más variable debido a factores físicos. Investigación reciente muestra que parches bien diseñados pueden engañar detectores de distintos fabricantes y en diferentes condiciones, lo que representa una amenaza seria para la seguridad vial.

La realizabilidad se aborda con técnicas como la optimización sobre transformaciones, experimentos en bancada y pruebas en carretera controlada. Para que un atropello tipográfico suponga un riesgo real para un vehículo autónomo, la perturbación debe sobrevivir a compresión de imagen, ruido, cambios de exposición y distorsiones por movimiento. Además, la combinación de múltiples sensores reduce el éxito del ataque: la fusión con datos de lidar y radar ayuda a corroborar que una señal visual alterada no corresponde a un obstáculo real.

Las medidas defensivas incluyen adversarial training para aumentar la robustez frente a gradientes, detección de anomalías en imágenes, redes en conjunto y sistemas de redundancia sensorial. También son eficaces controles de integridad física de las señales de tráfico y procesos de mantenimiento que eviten alteraciones tipográficas en infraestructuras críticas. En entornos empresariales, es clave realizar auditorías de seguridad y pruebas de pentesting que consideren ataques tanto digitales como físicos.

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En resumen, tanto los ataques basados en gradiente como los tipográficos representan amenazas concretas para el conductor autónomo. La diferencia principal radica en la facilidad de ejecución digital frente a la complejidad de hacer efectivos los ataques en el mundo físico. La respuesta eficaz es multidisciplinar: modelos robustos de inteligencia artificial, buenas prácticas de ingeniería, auditorías de ciberseguridad y despliegue en infraestructuras cloud seguras que permitan iterar rápidamente en defensa y detección.