Depurar con IA suele significar copiar fragmentos de logs en un chat y esperar a que adivine el problema. Yo pego, la IA sugiere, yo pego más. La IA nunca ve el cuadro completo, solo los fragmentos que decido compartir. El modo de depuración de Cursor funciona de otra manera: instrumenta el sistema, captura los registros por sí mismo y itera hasta que la solución queda demostrada en los hechos.

Lo interesante no es solo la IA, sino el proceso que impone: formular hipótesis antes de cambiar código, añadir instrumentación para reunir evidencia, iterar hasta que los logs prueben la corrección y comprobar la documentación antes de asumir comportamientos. Ese rigor es exactamente lo que cualquier equipo debería practicar.

Un ejemplo típico fue un fallo de paginación en una integración con una API externa. El código parecía correcto: los tokens se enviaban, se parseaban y se reenviaban. Sin embargo, todas las respuestas devolvían siempre la misma primera página. En lugar de aplicar parches rápidos, Cursor pidió plantear hipótesis plausibles: tal vez el nombre del campo JSON era incorrecto, tal vez faltaban parámetros en la consulta, tal vez los tokens no se estaban propagando correctamente. A continuación agregó instrumentación para probar cada hipótesis y me pidió reproducir el problema.

La instrumentación fue capturando exactamente lo necesario para refutar o validar cada hipótesis e inventariando observaciones en registros que permitían entender qué ocurría en tiempo de ejecución. Tras varias rondas de hipótesis rechazadas y nueva instrumentación, los logs fueron revelando el espacio de búsqueda restante hasta acotar el origen real.

El problema concreto resultó ser un desajuste de contrato entre subsistemas de la API: existían dos mecanismos de paginación distintos, uno para consultas regulares y otro para agregaciones. Estábamos usando los tokens correctos pero pasándolos por el canal equivocado. Los logs mostraban los tokens enviados y la documentación explicó por qué eran ignorados. Una vez claro el desajuste, la corrección fue sencilla y, sobre todo, comprobable.

Cursor no retiró la instrumentación hasta verificar la solución. Antes la secuencia de páginas era 1, 1, 1. Después pasó a 1, 2, 3. Nada de simples afirmaciones de que ya debería funcionar: pruebas y evidencia real.

Esto ilustra por qué la herramienta vale más por el proceso que por la IA en sí. Impone disciplina que todo buen depurador debería seguir: hipótesis antes de arreglos, instrumentación para recopilar evidencia, iteración hasta que los logs confirmen la solución y contraste con la documentación antes de asumir. El modo debug solo convierte estas buenas prácticas en la conducta por defecto.

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Resumen práctico: fomenta la hipótesis, añade instrumentación controlada, itera con evidencia y valida contra la documentación. Esa es la depuración que aporta confianza, y es la que practicamos en cada proyecto de software a medida, agentes IA y servicios cloud.